LA MÁQUINA DEL TIEMPO: El camino Mozárabe, de Jesús Sánchez Adalid, por Ancrugon
El
camino Mozárabe nos transporta en el tiempo hasta un
momento concreto del siglo X, justo desde septiembre de 939 hasta agosto de
941, los dos años inmediatamente posteriores a la batalla de Simancas, con la
victoria del rey Ramiro II de León sobre el califa Abderramán III de Córdoba,
que cambiaría definitivamente el sentido del equilibrio entre cristianos y
musulmanes en la Península Ibérica.
Esta
novela de Jesús Sánchez Adalid llegó casi diez años después de su éxito
editorial El mozárabe y en ella hace
una mezcla de diversos personajes que van apareciendo de forma alternativa,
mostrando de esta manera la forma de vivir de las diversas culturas y gentes
que habitaban por entonces en la Península, con dos perspectivas diferentes: la
sugestiva y esplendorosa de la capital del califato, Córdoba, y la recia y más
sobria del reino de León, pero con una vía de comunicación que les vincula, el
camino mozárabe.
Con
todo, la metrópoli andaluza se sitúa en el centro del argumento, desarrollando
Sánchez Adalid toda la paleta de colores de su prosa para mostrarnos la
realidad social de una de las ciudades más importantes del mundo en su época,
desde la vida de sus ciudadanos, pobres o ricos, hasta la suntuosidad de su
corte. Las conspiraciones por alcanzar el poder, las traiciones, los
personalismos, las obsesiones, en fin, las miserias humanas, pero también las
virtudes, pasan a ser protagonistas en una sociedad donde no tienen cabida ni
el remordimiento ni la piedad. Y todo ello perfectamente condimentado por el
estilo de Jesús Sánchez Adalid, moderado con la lírica, equilibrado con las
descripciones y acertado en la arquitectura de sus personajes.
La trama de esta novela
comienza, como ya hemos indicado anteriormente, en septiembre del año 939,
justo tras la batalla de Simancas, cuyo desenlace, en un principio, parece un
tanto confuso, pues todos se adjudican la victoria en la misma, aunque pronto
quedará claro que fueron las tropas cristianas, comandadas por el rey de León,
Ramiro II, los ganadores sobre el enorme ejército llevado hasta allí por
Abderramán III con la intención de castigar las tierras de Galicia; en su
huida, el califa pierde todos sus enseres personales y, sobre todo, un valioso
ejemplar en doce tomos del Corán, que pasan a manos del rey cristiano. Esta
derrota será la causa de una serie de sucesos que son narrados por dos
personajes distintos de forma alternativa: la reina Goto de Galicia y el monje
Justo Herbencio de Córdoba, quienes viajan con las diferentes embajadas
enviadas a los respectivos reinos con la intención de firmar la paz: la del
reino de León dirigida por el ministro y asesor real sobre las relaciones con
los musulmanes, el cristiano de origen árabe Musa aben Rakayis, un hombre justo
y amante de la paz, con el viajan sacerdotes, obispos, nobles y la susodicha
reina Goto, ahora abadesa de Castrelo do Miño y viuda del último rey de
Galicia, Sancho Ordóñez, que era hermano de Ramiro II, quien lleva como misión
recuperar las reliquias del joven santo Paio, muerto en santidad en Córdoba.
Por su parte, la embajada musulmana está comandada por el sabio judío Hasday
ben Saprut, ministro y médico del califa, llevando consigo también varios
monjes, entre ellos Justo Hebencio, cuya misión era enterarse de las profecías
que los cristianos del norte tenían sobre el fin del mundo, varios obispos
mozárabes, nobles musulmanes… y su misión, además de firmar la paz, era, sobre
todo, rescatar el libro sagrado perdido por Abderramán en su huida.
Poco antes de esta
batalla, el rey Ramiro II había prestado ayuda al gobernador de Zaragoza,
Muhammad ibn Hashim, quien había sido acusado de traidor por Abderramán en la
derrota sufrida en Osma tres años antes. El rey leonés ocupó Zaragoza y dejó
tropas navarras, aliadas en esta ocupación, para defenderla. Esto no le agradó
mucho al califa, quien lanzó una ofensiva y fue conquistando todas las plazas
desde Calatayud hasta Zaragoza, atacando posteriormente Navarra y obligando a
capitular a la reina Toda. Entonces, envalentonado, decidió acabar
definitivamente con el reino de León y proyectó una inmensa campaña que
denominó del Supremo Poder, para lo
cual declaró la yihad (esfuerzo en el
camino de Dios) y ordenó que antes de salir de Córdoba su enorme ejército de
cien mil hombres orase en agradecimiento anticipado por la victoria. Estas
tropas, formadas no solo por militares profesionales, sino también por
mercenarios, voluntarios y bereberes, partieron hacia el norte a finales de
junio del año 939. Tras atacar y saquear varias plazas como, por ejemplo,
Olmedo, Íscar o Alcazarén, en agosto acamparon en el Castillo de Portillo,
cercano a Valladolid, en espera del ejército cristiano que estaba compuesto por
tropas leonesas, gallegas, astures, además de las castellanas de los condes
Fernán González y Ansur Fernández y del reino de Navarra. Días antes de la
batalla, más concretamente el 19 de julio, hubo un eclipse de sol que ambos
bandos juzgaron una señal propicia para la victoria. Por fin la batalla tuvo
lugar entre el río Pisuerga y Simancas y duró varios días sin que los
musulmanes pudieran tomar la ciudad, tomando cautivo los cristianos a Abu
Yahya. Abderramán decidió replegarse hacia Atienza arrasando a su paso todo lo
que encontraban, pero fueron atacados por el ejército de Ramiro y derrotados en
el barranco de Alhándega. Esta derrota es recordada por ser la primera sufrida
por los musulmanes desde su invasión de la Península Ibérica, y provocó que la
frontera del reino leonés avanzara hasta el río Tormes y se repoblaran las
comarcas del sur del Duero. Abderramán, al regresar a Córdoba, mandó ejecutar a
varios oficiales por incompetentes y ya nunca más dirigió su ejército.
El camino Mozárabe
nos muestra, así mismo, el contraste entre las dos zonas de la Península
Ibérica del siglo X: al norte la cristiana y al sur la musulmana. Pero dicho de
esta forma es simplificarlo demasiado, pues nunca fue tan sencillo ya que en
ambas partes existían diferentes comunidades religiosas, culturales y raciales
conviviendo y compartiendo territorios. Pero a grandes rasgos, mientras el
norte estaba empeñado en una guerra de desgaste por ir recuperando, poco a
poco, las tierras ocupadas por los musulmanes dos siglos antes a la monarquía
goda, por su parte, el sur hacía más o menos lo mismo pretendiendo recuperar
las tierras que los cristianos les arrebataban, dejando entre ambos una zona de
nadie porque no había ser humano que se atreviera a vivir en ella. Y esta
situación aislaba a las dos zonas desconociéndose mutuamente, sin apenas
contacto entre ellas, a no ser los escasos comerciantes que se atrevieran a ir
de un lado para otro, o en los campos de batalla, por lo que el conocimiento
del vecino era totalmente nulo, sino incluso tendencioso. Por ello, cuando se
forman las dos embajadas, utilizando ambas el antiguo camino romano de la
plata, sus componentes descubren otros paisajes, otros climas, otras culturas y
diferentes formas de vida, pero un mismo afán en todas las gentes: el de vivir
en paz, algo totalmente imposible porque quienes dirigen a unos y a otros no
están completamente por esta labor.
Jesús Sánchez Adalid,
nacido en Don Benito, Badajoz, en julio de 1962, licenciado en Derecho, sacerdote
católico, profesor de Ética y escritor, ha conseguido con esta novela poner luz
en muchos de los puntos poco claros de aquella época de la historia considerada
por norma, e injustamente, como una edad oscura, gracias a sus datos,
acontecimientos y al desarrollo de sus personajes. Es autor, además de esta
novela, de otras obras de entre las que destacaremos: El ama de la ciudad (2007), El
cautivo (2005), El mozárabe (2005),
Treinta doblones de oro (2014) o Y de repente, Teresa (2014).
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