CUENTACUENTOS: ¿Qué me quieres, amor?, de Manuel Rivas, por Melquíades Walker
El
cuento, con en el boxeo, gana por knock out,
mientras
que la novela gana por puntos.
Julio
Cortázar
Con
el título de “Cuentacuentos” abrimos
hoy un nuevo espacio dedicado a aquellos libros que recopilan una colección de
narraciones breves, que pueden estar basadas en hechos tanto reales como
ficticios, con un argumento, por lo normal, sencillo, y protagonizados por un
grupo reducido de personajes, es decir, lo que se viene a llamar, vulgarmente,
un libro de cuentos.
No
voy a extenderme aquí a explicar las diferentes peculiaridades del cuento que
le identifican del resto de los géneros literarios porque, creo, ya quedó
bastante claro en mis dos artículos de esta revista aparecidos en noviembre de
2011, Teoría del cuento I,
y enero del 2012, Teoría del cuento II, pertenecientes a
la serie Érase una vez,
en la cual, a parte del aspecto pedagógico procedente de la deformación
profesional que me persigue, incluyo un cuento famoso, cada vez, y realizo un
pequeño análisis del mismo. No, en este caso pretendo extenderme un poco más
sobre los autores y sus diferentes formas de trabajar, y en esos libros que,
además de por contener algún relato relevante, han alcanzado en conjunto una
especial notoriedad por la causa que sea.
Bien, y para comenzar me
he lanzado sobre un autor gallego, no por definición propia de mi tierra
sudamericana hacia quienes proceden de la otra orilla hispana del Atlántico,
sino porque él es de la misma Galicia y suele escribir en su lengua vernácula,
aunque yo lo haya leído en castellano, me refiero a Manuel Rivas.
Nacido
en La Coruña un 24 de octubre de 1957, Rivas comparte su trabajo como
periodista, cuyos artículos suelen aparecer en El País, con su afición a rimar versos, su necesidad de contar
historias, sean cuentos o novelas, por ejemplo: El lápiz del carpintero, y su compromiso social, siendo socio
fundador de Greenpeace España y la
plataforma Nunca Máis, tras el
desastre del petrolero Prestige,
quedando reflejadas muchas de sus inquietudes en su creación ensayística.
Rivas
es licenciado en Ciencias de la Información, carrera que estudió en Madrid,
donde también fundó la revista Loia.
Una vez acabados sus estudios y de vuelta a su tierra, colaboró con distintos
medios audiovisuales, siendo subdirector de Cambio
16 de Galicia y responsable cultural de El
Globo, pasando posteriormente a trabajar para El País. En 1977, recién estrenada la democracia en España,
escribió, en colaboración con Y. Taibo, Os
partidos políticos na Galiza y, tres años más tarde, en esta ocasión junto
con J.A. Gaciño, Informe dunha
frustración. Su debut como narrador lo tuvo en 1985 con la novela corta
juvenil Todo ben y su primer libro de
relatos fue Un millón de vacas,
editado en 1990. Tras estos inicios han ido cayendo las obras, los premios y
los reconocimientos llegando a ser elegido miembro de la Real Academia Galega
en el 2009.
¿Qué
me quieres, amor? fue publicado en 1995, siendo un libro
bastante premiado, destacando sobre todos los dos concedidos en 1996: el Premio Nacional de Narrativa de España y
el Premio Torrente Ballester. Su
narrativa es muy efectista, le gusta jugar con los planos temporales e ir
mezclándolos, aunque ello no sea recurrente, y los temas preferidos son la
soledad, la incomunicación del ser humano y el amor, todo tipo de amor, el real
y el imposible, e incluso, el desamor, pero siempre tamizándolo todo mediante
su fino sentido del humor y su entrañable capacidad de ternura. Por otra parte,
su prosa es imaginativa, aunque clara, cercana y directa. El tomo consta de
dieciséis relatos producto de la melancolía ·y
de la memoria compartida a la que uno debe cierta lealtad”. En la lectura
de los mismos hallaremos enfrentados el realismo más cotidiano con lo mágico
más ingenioso, creando con esta unión un universo de las pequeñas cosas, con su
visión particular del mundo y la realidad de su tierra, Galicia, de una forma
un tanto candorosa, ingenua y, en ciertos momentos, idealista. La perspectiva
de la realidad desde la infancia tiene mucha importancia y presencia en algunos
de los cuentos, aunque parece más un intento de acercamiento a la verdad que a
la nostalgia, y en el que la familia, el padre o la madre, cobran una fuerza
simbólica de la búsqueda de la afectividad.
Vayamos
ahora con una pequeña referencia a cada uno de los relatos en la que incluiré
un trocito del inicio de los mismos:
¿Qué me quieres amor?
Sueño con la primera
cereza del verano. Se la doy y ella se la lleva a la boca, me mira con ojos
cálidos, de pecado, mientras hace suya la carne. De repente, me besa y me la
devuelve con la boca. Y yo que voy tocado para siempre, el hueso de la cereza
todo el día rodando en el teclado de los dientes como una nota musical
silvestre…
Es
un relato de amor, de un amor imposible por el miedo, por la cobardía de
alguien que se considera muy valiente, muy hombre, pero que es incapaz de
decirle esas palabras, a las que tanto teme, a la mujer a la que tanto ama.
Habla también de esa incomunicación que, en ocasiones, nos deja mudos, solos, como
ausentes…
La lengua de las
mariposas.
“¿Qué hay, Pardal? Espero
que por fin este año podamos ver la lengua de las mariposas.”
El maestro aguardaba
desde hacía tiempo que les enviasen un microscopio a los de la Instrucción
Pública. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles
por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus
palabras entusiastas tuviesen el efecto de poderosas lentes…
En
este cuento se desarrolla una historia trágica, desgarradora, donde se nos
explica cómo se puede llegar a la traición más mezquina y vil a causa del
miedo. Pero en él también vemos de forma bastante cristalina la verdadera
amistad, la vocación por enseñar, las injusticias de las malas políticas, la
crueldad de la guerra, la incomprensión y los importante del trabajo bien
hecho. Está narrado en primera persona por un niño, Moncho, más conocido como
Pardal, quien, a la edad de seis años comienza su periplo escolar lleno de
miedos y temores a lo que ello representaba para él, sin embargo, estos pronto
desaparecen gracia a don Gregorio, el maestro, por el comienza a sentir una
enorme fascinación y con el que comparte la afición por los insectos, naciendo
entre ambos una gran amistad que se verá truncada por la llegada de la Guerra
Civil en 1936.
Un saxo en la niebla.
Un hombre necesitaba
dinero con urgencia para pagarse un pasaje a América. Este hombre era amigo de
mi padre y tenía un saxofón. Mi padre era carpintero y hacía carros del país
con ruedas de roble y eje de aliso. Cuando los hacía, silbaba. Inflaba las
mejillas como pechos de petirrojo y sonaba muy bien, a flauta y violín…
Así
comienza una historia en dos partes llena de una tranquila ternura y de un amor
incipiente e imposible. Un muchacho es el protagonista y, a través de él,
conoceremos de primera mano lo que es el dolor y la explotación infantil, el
afán por emigrar a América, pero también la magia de la música y lo reconfortante
de trabajar en equipo. Narrado en primera persona por un chico de 15 años quien
revive la aventura que le supuso la entrada en una orquesta, donde era tratado
como un igual entre los otros miembros mucho más mayores que él y gracias a la
que conoció a la Chinita, una jovencita, esposa del concejal de festejos de un
pueblo de la sierra, y de la que se enamora como lo puede hacer un adolescente
inexperto.
La lechera de Vermeer.
Mi madre era lechera.
Tiraba de un carrito con dos grandes jarras de zinc. La leche que repartía era
la de las vacas de mi abuelo Manuel, de Corpo Santo, a una docena de kilómetros
de la ciudad. Este abuelo mío, cuando era joven, tuvo un día en la mano la
pluma de escribir del párroco y dijo: “¡Qué letra más bonita tendría si supiese
escribir!”…
Aquí
nos encontramos con una casualidad, una casualidad casi mágica, misteriosa… un
juego entre realidad y ficción, entre los diferentes planos del espacio-tiempo.
El narrador nos habla de su madre y del famoso cuadro del holandés Vermmer,
ambas mujeres coinciden en que trabajan de lecheras, pero…
Solo par ahí.
No tuvo la sensación de
despertar sino de salir de un sopor de tila templada. Ma estaba allí, al pie de
la cama, aguijoneándolo con aquellos ojos de perra sonámbula.
- ¡Cielo santo! ¿Dónde se
metería?
- Tranquila, mujer.
Aquí
hay una mezcla entre el rock duro y la literatura, más adelante encontraremos
otro. Nos habla de relaciones entre padres e hijos adolescentes que rápidamente
nos empatiza. Los diálogos son muy ágiles, sin embargo, los silencios también
hablan lo suyo. Y la soledad, pero ¿cuál?, ¿la del hijo por las calles hasta la
madrugada, o la del padre viajante vendedor de lencería?...
Ustedes serán muy
felices.
El doctor Freire se arrodilló
en reverente silencio sobre la almohada de musgo, como si aquel peñascal fuese
un altar, y una pila sagrada la fuente donde empozaba el agua. De camino hacia
aquel lugar, y de la mano de Fina, sentía un antiguo placer de oboe y arpa que
amansaba el apremiante reloj de su vida de especialista en trasplante de
corazón. Pero hoy el ritual tenía un valor añadido…
En
una tarde de tormenta, el doctor Freire y su esposa Fina invitan al doctor
Kimball y su mujer Ellen a su casa de campo. La luz se va y aprovechan para que
Andrés, el casero, quien vive allí Reme, la cocinera y su esposa, les eche las
cartas para adivinar el futuro… De esta forma la magia y la adivinación,
enraizados en el folklore de la tierra, toman las riendas de los sentimientos y
deseos de tres familias.
Carmiña.
¿Así que nunca has ido a
Sanrandón? Haces bien, ¿A qué ibas a ir? Un brezal cortado a navaja por el
viento.
O’Lis de Sésamo sólo
venía al bar los domingos por la mañana. Acostumbraba a entrar cuando las
campanas avisaban para la misa de las once y las hondas huellas de sus
zapatones eran las primeras en quedar impresas en el suelo de serrín como en el
papel la tinta de un sello de caucho…
Es
una historia de unas relaciones sexuales, más que amorosas, entre O’Lis de
Sésamo y Carmiña, una joven que vive, con un extraño perro y su tía enferma, en
una cabaña en la montaña Sarandón. El narrador es el camarero del bar donde
O’Lis acude cada domingo por la mañana a beber y a descargar sus recuerdos,
hablando de estas relaciones ocurridas hace muchos años atrás.
El míster & Iron
Maiden.
El muchacho maldijo, se
levantó furioso y tiró la banqueta de una patada. El hombre de pelo cano, al
hablarle, miraba en la camiseta, con la inscripción Iron Maiden, el espectro monstruoso
que con las manos sujetaba los extremos de un cable de alta tensión y
relampagueaba por los ojos. El pelo del espectro era muy largo y de un blanco
de nieve…
En
esta historia de reacciones impulsivas e incontroladas se relacionan el fútbol
y la literatura, pero también la constante lucha generacional donde se llega a
situaciones tan absurdas como que el hijo acuse a un entrenador de la derrota
de su equipo, sencillamente porque es viejo, se enfrente con su padre por lo
mismo, y luego sea seguidor de un músico de rock de la misma edad de aquellos.
Pero ambos, padre e hijo, son percebeiros y deben trabajar en equipo…
El inmenso camposanto de
La Habana.
Yo también tuve un tío en
América. Y espero tenerlo todavía, regando rosanovas en el Panteón Gallego con
su cubo de zinc.
Mi tío se llamaba Amaro y
se había muerto por lo menos ocho veces antes de morirse. Era un especialista
en morirse y siempre lo hacía con mucha dignidad. Volvía de la muerte perfumado
con jabones La Toja, peinado como el acordeonista de la Orquesta Mallo, con un
traje nuevo Príncipe de Gales y con una historia sorprendente…
El
destino tiene muchos caprichos. Amaro era un emigrante en Cuba, donde trabajó
de enterrador en el inmenso cementerio de La Habana. Lo curioso es que el hombre
era catalépsico y cuando sufría algún ataque, se le tenía por muerto, cosa que
ocurrió varias veces. Al volver a su tierra, Galicia, la única riqueza que se
trajo de allá fue un diente de oro, pero… No se puede ir por ahí confiando tus
cosas a la gente, la verdad…
La chica del pantalón
pirata.
Uno de ellos había tenido
la debilidad de silbar bajito durante unos segundos, y luego él mismo miró
alrededor como si buscase una rendija culpable por la hubiese silbado el
viento. El otro reconoció aquella canción y fue tras ella por el techo, hasta
batir con las alas de los ojos en aquella luz pobre y somnolienta…
Los
planos de la realidad y la ficción se entrecruzan en esta historia que nos hace
reflexionar sobre nuestros actos y sus consecuencias. Dos hombres deben volar
un puente al paso de un coche en el que viaja alguien a quien tienen que matar,
todo está dispuesto, pero en el último momento aparece una chica con pantalón
pirata que se detiene en el puente para mirar el río… ¿Qué deben hacer?...
Conga, Conga.
La luz del sol le arañó
en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con
gesto dolorido e incrédulo al despertador. Los puñales del reloj se batían en
duelo. Ana se había ido sin despedirse, dejando en el lecho un vacío lleno de
reproche…
La
soledad de un joven payaso y la cruel broma de unos niños malcriados debe tener
un final diferente porque en la vida de toda persona hay muchos momentos para
decir ¡basta!, para hartarse… La crueldad de la ignorancia se basa en el grado
de estupidez de cada uno y ello puede provocar reacciones inesperadas…
Realmente nadie se comporta como debe.
Las cosas.
Como espectador no era
muy expresivo, esa es la verdad, dijo la Televisión. Se sentaba ahí, en el
sofá, con un vaso de whisky, y miraba con frialdad, como si sólo se le subiesen
a la cabeza las piedras de hielo. Esa noche, no…
Los
objetos de una casa conversan entre sí, dando sus diferentes opiniones sobre lo
que acaba de ocurrir entre los dueños, algo inesperado. Pero, aunque todos han
visto los mismo, cada uno lo interpreta de forma diferente. Clara alusión a las
diferentes perspectivas con que los humanos vemos la misma realidad.
Dibujos animados.
- Ven, Mary, éste es
nuestro patrocinador – dijo Thanks Danke con una sonrisa de oreja a oreja -. El
señor Mille Tausend.
Era más artificial que la
sonrisa de un sobrecargo de avión. Lo único natural era el color blanco
chimpancé de la palma de las manos…
Una
serie de dibujos animados protagonizada por un héroe asesino que hace furor
entre su audiencia, Fat Fatty (Gordo Gordinflón), que se pasa todo el tiempo
comiendo las salchichas de grasa animal que anuncia y que consigue vender en
gran cantidad, compitiendo con otro héroe de dibujos animados, Green Grun
(verde verde, en inglés y en alemán). El primero está dibujado por Mary y el
otro por su ex novio Hahn Cock (Gallo Gallo, ahora en alemán y en inglés), lo
que les llevará a una disputa. Como podemos ver, Rivas utiliza palabras
inglesas y alemanas para jugar con sus significados, y así también aparecen
personajes llamados Thanks Danke (Gracias Gracias, en ambos idiomas), el
representante de Mary, o Mille Tausend (Mil Mil, en alemán), el millonario
industrial.
Una flor blanca para los
murciélagos.
El viejo acarició con
rudeza al niño, pellizcándole en la piel de la nuca como a un perro de caza.
Luego lo alzó por las costillas y lo dejó resbalar por la cripta oscura y
maloliente de la cuba.
- Venga, Dani. ¡Duro con
esa mierda!...
Un
niño con una enorme capacidad olfativa se hace policía de mayor y utiliza esa
capacidad para saber dónde se esconde un delito, sobre todo cuando a la
comisaría llega una anciana que asegura ser acosada por el protagonista de una
serie televisiva que quería matarla. Donde todos ven las manías de una vieja
chocha, él huele que hay algo más detrás…
La luz de la Yoko.
El padre había perdido su
trabajo. Se iban a otra ciudad. La última vez que el padre había dejado de
fumar había sido el miércoles. Cogió la cajetilla de Lucky y la tiró al cubo de
la basura. Después le escupió encima. Ahora era domingo y, mientras sostenía el
volante con una mano, el cigarrillo de la boca buscaba tembloroso y ansioso la
brasa eléctrica del mechero del coche…
La
televisión es uno de los más poderosos medios de comunicación de la actualidad
y, sobre todo, puede influir bastante en los niños. El niño protagonista de
esta historia está abrazado a su televisor portátil, la Yoko, mientras se
desplazan a otra ciudad al perder su padre el trabajo, pero a él lo único que
le preocupa es si podrá ver el capítulo de su héroe favorito, Baby Devil (el Niño
Diabólico)…
La llegada de la
sabiduría con el tiempo.
La sombra de otoño barría
con furia Temple Villas. Old M. cerró la cancela de su jardín de ortigas, aquel
verde sombrío que lo irritaba como un pecado, pues le hacía decir: “Está bien,
papá. Mañana arrancaré las malas hierbas para que retoñen tus siemprevivas. Sí,
claro, ya veo cómo lucen los malditos rosales de la señora O’Leary”…
Old,
un hombre solitario y triste, pasaba desapercibido entre sus vecinos, pero, un
día, su jefe le cita el primer verso de un poema de Yeats: “Aunque las hojas sean muchas, la raíz es solo una.” Y eso le
cambia la vida. Old comienza a emplear ese verso como respuesta todo lo que le
preguntan y la gente, llevada tal vez de la profundidad de esas palabras,
entablan conversación con él. Así mismo, un perro callejero comienza a
acompañarlo…
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