EFEMÉRIDES: Personaje de diciembre, por Luis Antonio Novella



FIN DE INVIERNO

Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?
Llueve y llueve. Aún las casas
están sin ramas verdes. Cantan, cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?
No tengo pájaros en jaula.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...
Nada. Yo no sé dónde cantan
los pájaros (y cantan, cantan)
los pájaros que cantan.



Hoy comenzamos de lleno con el CONCURSO, y para ello hemos colocado como entrada este bello poema escrito por el autor que nos ocupa, cuyos datos os damos a continuación:

En 1492 unos hermanos tuvieron una participación fundamental en el viaje del descubrimiento de América, aportando una de las carabelas. En el lugar donde se construyó ésta, nació el tricentésimo quincuagésimo séptimo día del año 1881 el autor que en MCMLVI se le concedió un premio “por su poesía lírica, que en idioma español constituye un ejemplo de elevado espíritu y pureza artística.” 

Estuvo casado con otra escritora y lingüista española considerada una de las primeras grandes feministas de España. 

El autor que nos ocupa, falleció el centésimo cuadragésimo noveno día del año en que se fundó la Comunidad Económica Europea, en una isla que fue descubierta en el segundo viaje de Cristóbal Colón y a la que bautizó con el nombre de San Juan Bautista. 

La obra más popular, recrea poéticamente la vida y muerte de un animal y está dedicada “A LA MEMORIA DE AGUEDILLA LA POBRE LOCA DE LA CALLE DEL SOL QUE ME MANDABA MORAS Y CLAVELES” y es el tercer libro más traducido después de la Biblia y El Quijote. 



Y, como hacemos habitualmente, os proponemos unas preguntas que os conducirán hasta la respuesta final: 

1. ¿Quiénes eran esos hermanos que aportaron una carabela? 

2. Si habéis adivinado la anterior os será muy sencillo responder a la siguiente: ¿qué nombre tenía tal embarcación? 

3. ¿En qué localidad se construyó? 

4. ¿Cuál fue la fecha del nacimiento de nuestro personaje del mes? 

5. ¿Cuándo falleció? 

6. ¿Quién era su esposa? 

7. ¿Qué isla fue bautizada como de San Juan Bautista? 

8. ¿Conocéis el título de su obra más famosa? 

9. ¿Cuál fue el único premio que recibió? 

Bueno, esperamos que no os haya resultado muy difícil adivinarlo y, sobre todo, os aconsejamos que leáis sus obras, pues son de lo mejor de nuestra literatura. Ahora vamos con el otro reto: ¿de qué premio Nobel vamos a hablaros?... 

 
“Era casi mediodía cuando se despertó Petronio. Como de costumbre, se hallaba extraordinariamente fatigado. Había pasado la noche anterior en un banquete ofrecido por Nerón, aburriéndose bastante en el curso de una conversación con aquél, con Lucano y con Séneca. Petronio pasaba en Roma por el árbitro de la elegancia, tanto era el esmero con que cuidaba de su atuendo personal. Aquella mañana, al salir del lecho, dirigióse al baño y, al salir, dos forzudos bañeros secaron rápidamente su esbelto cuerpo, friccionándolo con esencias aromáticas. En aquel momento, el esclavo encargado de anunciar los nombres de los visitantes asomó la cabeza por entre los ricos cortinajes para manifestar a su señor que Marco Vinicio —recién llegado de Asia Menor— deseaba verle. Entonces Petronio ordenó que le trasladaran al tepidarium —suntuoso lugar donde se hallaba instalado el baño de agua tibia—, disponiéndose a su vez a recibir al ilustre huésped, que era su sobrino, hijo de una hermana mayor de Petronio, casada con cierto cónsul del tiempo de Ti­berio. Y además de este parentesco, Petronio apreciaba a Marco Vinicio por su belleza atlética y porque era un joven que sabía siempre comportarse de una manera elegante, cualidad que Petronio valoraba sobre todas las demás.” 

Así comienza una de las novelas más conocidas de este fantástico autor nacido al Este de un país centroeuropeo a mediados del siglo XIX, pero que, debido a su trabajo como periodista y a sus ideales políticos, vivió durante diferentes épocas, primero en Estados Unidos y posteriormente en Suiza, donde murió. Fue un gran defensor de la libertad de su patria, por lo que fue perseguido y gracias ello escribió una famosa trilogía de cuyo primer libro extraemos este fragmento: 


“Entre altas hierbas de la estepa, se cazaba al hombre como se caza al lobo; no se entraba allí sino como en un refugio. El caballero buscaba aventuras; el ladrón, botín; el cosaco, al tártaro; el tártaro, al cosaco, y el pastor no se aventuraba por ellas para apacentar su rebaño, sino armado hasta los dientes para defenderse contra los bandidos. Cuando el viajero perdido en aquellas soledades oía el aletear de las aves de rapiña, revoloteando por el aire en inmensas bandadas, pensaba que en aquellos parajes había cadáveres insepultos. La estepa, en suma, estaba a un tiempo desierta y poblada, muda y amenazadora, tranquila y llena de emboscadas, salvaje completamente, no sólo por la aspereza del suelo, sino también por los seres humanos que se refugiaban en ella. A veces se convertía en campo de batalla: hordas tártaras, regimientos cosacos, compañías de polacos y valacos corrían en todas direcciones. Por la noche el relincho de los caballos respondía como un eco a los aullidos de los lobos, y el redoblar de los tambores y el estridor de las trompetas resonaban hasta el lago de Ovide y de allí hasta el mar. Pero, durante el invierno de 1647, las estepas permanecieron silenciosas; desde el nacimiento hasta la desembocadura del Olmenitcket, afluente del Dnieper, no se veía alma viviente ni se percibía el más leve movimiento entre las altas y sombrías hierbas. Desapareció en el horizonte el encendido disco solar, y la noche, propicia a la aparición de fantasmas, de vampiros y de espectros, envolvió en su negro manto una colina situada a orillas del Olmenitcket, sobre cuya cima quedaban las ruinas de un castillo. En ese promontorio permanecía, inmóvil, un caballero. Al pie de la colina aparecieron dos o tres figuras, que subieron con precaución y con paso cauteloso hacia donde estaba el caballero. A veces, soplaban ciertas ráfagas que venían del Dnieper, doblando la hierba seca, que gemía lastimosamente. Por fin, las dos figuras desaparecieron entre las sombras de las ruinas. A la pálida luz de la luna tan sólo se veía la silueta del caballero que estaba en lo alto de la colina. Un ligero ruido llamó de repente su atención, por lo cual, avanzando hasta el límite de la explanada, hundió su mirada en la oscuridad, cada vez más densa. Cesó de repente el viento, y se oyeron un silbido agudo y gritos furiosos. 

—¡Alá! ¡Alá! ¡Jesucristo! ¡Sálvese quien pueda! ¡Dale! ¡Mátalo! 

Resonó una descarga de arcabuces. Un grupo de jinetes surgió de entre las tinieblas, cual si lo vomitara la tierra, y se lanzó como un turbión al desierto mudo y siniestro. Al tremendo fragor contestaron gemidos humanos. Luego, todo quedó silencioso; el drama había terminado; uno de esos dramas horrorosos que con tanta frecuencia se desarrollaban en los Campos Salvajes.” 

Esta trilogía está considerada como uno de los relatos épicos más importante de todos los tiempos y en ella, además de reclamar los derechos de su pueblo oprimido, expone un claro manifiesto contra la opresión y las tiranías, sin embargo, no sólo se dedicó a la novela histórica, aspecto en el que alcanzó sus mayores reconocimientos, sino que también supo narrar historias desgarradoras de amores imposibles, separaciones a causa de las guerras, o de la imprudencia, o del orgullo o, simplemente, por causas físicas… y fantásticos relatos cortos. El Premio Nobel le fue concedido en un año del primer cuarto del siglo XX “por sus méritos sobresalientes como un escritor épico.” 

¿Sabéis de quién estamos hablando?

 

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