EL MITO DE LA CAVERNA: Capítulo II: Y se hizo el movimiento, por Fe.Li.Pe.
El siguiente capítulo de
la historia por apoderarse de la imagen en movimiento comenzó con el francés
Joseph Nicéphore Niépce, nacido en un pueblecito de Borgoña el 7 de marzo de
1765, un burgués bien situado que se dejó atrapar por la pasión de las investigaciones
y los descubrimientos y, sobre todo, por la reproducción litográfica y la
óptica, utilizando para la obtención de sus instantáneas materiales tan
variados como piedra, papel, cristal, estaño, cobre o peltre (aleación
compuesta por estaño, cobre, antimonio y plomo), obteniendo las primeras
fotografías de la historia, en negativo y sobre papel, en el año 1815, aunque
ninguna ha sido conservada a lo largo del tiempo. Sin embargo, tan sólo dos
años después ya consiguió sus primeras imágenes en positivo, mediante un proceso
denominado haliografía qué, como su etimología nos demuestra (del griego helios = sol y el griego grafía = dibujo o escritura), eran
imágenes conseguidas por la luz captadas directamente del natural mediante una
cámara oscura. De éstas sí que se conservan algunos ejemplos, como el que aquí
ofrecemos: Punto de vista desde la
ventana de Gras, 1826.
«View
from the Window at Le Gras, Joseph Nicéphore Niépce
Pero
lo malo de su proceso es que necesitaba la friolera de ocho horas de
exposición, lo que no le dotaba de mucha utilidad. Estos experimentos fueron
conocidos por Charles Luois Chevalier, el proveedor de materiales ópticos de
Niépce, y éste habló de sus logros en la fijación de imágenes por medio de la
cámara oscura a Louis Daguerre, con quien trabajaba en varios experimentos.
Daguerre
era un escenógrafo de fama en su país natal, Francia, gracias a sus creaciones
innovadoras, a su dominio de la perspectiva y al invento del diorama, una
especie de maqueta que muestra escenas, tanto de la vida real como de fantasía,
y que, con frecuencia, tiene como fondo algún paisaje pintado que le da la
sensación tridimensional adecuada, como en este ejemplo de un belén monumental
instalado en Badajoz en 2014:
Él
llevó bastante más lejos su creación con espectáculos de imagen, luz y sonido
donde, mediante enormes figuras que iba moviendo por la escena, le deba a los
espectadores la ilusión de estar en medio de una batalla, o un mercado o
cualquier otro lugar que se representara. Así que en cuanto supo de los
experimentos de Niépce se interesó vivamente por ellos. Rápidamente se puso en
contacto con él y trabajaron durante días con placas sensibles de diferentes
materiales, como cristal, cobre o plata, y al final firmaron un contrato en el
que Daguerre reconocía a Niépce la autoría del descubrimiento que permitía
fijar las imágenes sin necesidad de emplear los recursos del dibujo ni la
pintura. A la muerte de Niépce, 1833, Daguerre se aprovecha de los problemas
económicos del hijo de aquél y le compró los derechos, por lo que a partir de
entonces este procedimiento pasa a llamarse “daguerrotipo”,
que fue perfeccionando a lo largo de los años siguientes utilizando placas de
cobre plateado, yodo para sensibilizarlas, y así mismo descubrió que con los
vapores de mercurio se conseguían mejores rebelados, lo malo era que esos
vapores eran muy tóxicos, también se dio cuenta que el agua salada era perfecta
para la fijación de las imágenes, y consigue sacar al mercado una cámara a la que
denominó Daguerrotype. Este invento
fue comprado en 1839 por la Academia de las Ciencias en París pagando una
pensión vitalicia a Daguerre y otra al hijo de Niépce, y a partir de ese
momento se extendió por toda Europa y América. Un año antes se había conseguido
la que es considerada la primera fotografía de personas vivas en una calle de
París bastante concurrida, pero en la que, curiosamente, no se ven más que a un
limpiabotas y su cliente, lo cual es debido a la larga exposición necesaria
para la impresión de la placa, por lo que las personas y objetos en movimiento
desaparecen, mientras que las dos personas que pueden verse estuvieron
inmóviles todo el tiempo contratadas por Daguerre.
El
Daguerrotipo causo furor rápidamente y su utilización se fue extendiendo por
todo el mundo, e incluso en personas tan influyentes como Darwin, que lo
utilizó para ilustrar sus trabajos en lugar de los dibujos, o los periódicos,
como el norteamericano Examiner, e
incluso en afirmaciones como la de Delacroix, quien aconsejaba a los pintores la
utilización de este invento. A partir de esos momentos, la fotografía fue
avanzando a grandes pasos, sobre todo de la mano de la química, llegando a
considerarse como un arte independiente. Sin embargo, todavía nos quedan
bastantes que dar para llegar al cine.
Uno
de esos primeros pasos lo dio un médico inglés, Peter Mark Roget quien, un día
en que estaba mirando distraídamente a través de las separaciones verticales de
una persiana el paso de un carro, se dio cuenta que sus ruedas parecían avanzar
sin girar, e incluso, en ocasiones, daba la sensación de que giraban en sentido
contrario. Tras estudiar ese fenómeno llegó a presentar en 1824 una tesis ante
la Royal Society de Londres sobre la persistencia
retiniana, que consiste en la permanencia en nuestro cerebro de la visión
de una imagen proyectada durante una fracción de segundos, por lo que se
sobrepone con la siguiente, y así sucesivamente permitiéndonos percibir una
sucesión de fotografías fijas como un movimiento. Pronto surgieron una gran
variedad de objetos que se aprovechaban de esta ilusión óptica: el fenaquistiscopio, el fantascopio, el
zoótropo, el estraboscopio…
El
siguiente paso fue la cronofotografía, consistente en la captura de sucesivas
fotografías de un ser humano o un animal sobre la misma placa, quedando de esta
forma registrada la secuencia completa de un movimiento. El primero en
conseguirlo fue el astrónomo francés Pierre Jules César Janssen, quien además
de ser el descubridor del elemento químico Helio, diseñó el revolver
astronómico con el que registró el movimiento de los planetas en 1874.
Tras
él llegó el fusil fotográfico del también investigador francés Ètienne Jules
Marey quien lo llevó a cabo impresionado por el resultado del británico
Eadweard Muybridge en su serie de fotografías, surgida por una apuesta sobre si
durante el galope de un caballo había un momento en que las cuatro patas del
animal estaban en aire y que éste consiguió gracias a una batería de cámaras, a
su invento de un obturador mecánico, mucho más rápido que el manual, y a un
temporizador a base de hilos que al ser rotos por el propio caballo a su paso
enviaba impulsos eléctricos a las cámaras, que años más tarde perfeccionaría
haciéndolo rotatorio. Con su rifle, Marey podía tomar doce exposiciones por
segundo disparando su gatillo y con una exposición de 1/720 de segundo en un
soporte circular que iba girando como lo podía hacer el tambor de un revólver.
En 1888, creó la primera película sobre papel que en poco tiempo cambió por
otra de celuloide de 90 mm.
En
1889, Charles-Émile Reynaud introdujo por primera vez la pantalla en sus
proyecciones en el Museo Grévin de París y con sus Pantomimas luminosas se puede afirmar que fue el pionero de los
dibujos animados, pero el movimiento lo aportaba todavía un zoótropo.
Y
el escalón final, aquél que condujo a la humanidad ante lo que se ha denominado
“la fábrica de sueños”, lo subieron
los hermanos Lumière, Louis y Auguste, quienes utilizando una película similar
a la de Edison, crearon lo que ellos llamaron cinematógrafo (del griego, kinema,
movimiento, y grafein, escribir),
que servía tanto de cámara para grabar imágenes, como de proyector para
emitirlas, y todo gracias a una manivela para arrastrar la película a una
velocidad de 16 imágenes por segundo, aproximadamente, pues ésta era bastante
variable y la estabilidad de la misma no llegaría hasta la utilización de los
motores eléctricos. Y así, el 28 de diciembre de 1895, los Lumière proyectaron
su primera película en el salón Indien du
Grand Café de París como demostración de su invento, obteniendo un enorme
éxito que abría unas puertas insospechadas y unos caminos inéditos a un nuevo
arte que acababa de nacer.
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