AÚN LA IMAGINO CON INTENSO ALBOROZO: El jardín de tu cuerpo, por Ancrugon



Perderme en el jardín de tu cuerpo,    
recorrerlo despacio     
hasta hacerlo inolvidable,   
desafiar al tiempo   
con un hecho perdurable,   
agonizar de placer y volverme eterno.

Hay lágrimas
que contienen universos, 
hechas de la sal 
de océanos apasionados, 
de sangre y tuétanos, 
del amor de perros abandonados. 





Te busqué en el cielo 
y no estabas… 
quizá te imaginé ángel 
y olvidé que eres humana… 







Abre los ojos… 
¿la ves?... 
Fíjate bien… 
está por todas partes… 
sí, por todas partes… 
se llama Vida. 





Comienza diciembre 
y un manto de hojas secas 
cubre los pasos perdidos… 
Prefiero olvidar… 
aunque nunca olvido. 






Qué bello es el ocaso 
cuando no temes a la noche… 









Las heridas 
que el odio inflige, 
se olvidan; 
las del amor, 
jamás. 






Eres espejo de agua 
donde se refleja mi paleta de colores. 
Eres blanco pentagrama 
compositor de mis eternas canciones. 
Eres diccionario 
guardián de sonidos y sudores. 
Eres silencio y añoranza 
de mis mejores noches. 



Pétalo a pétalo 
lo descubrí: 
la belleza 
está dentro de ti. 







Dime qué buscas. 
Quizá, si el disfraz 
de héroe incomprendido 
me lo permite, 
pueda ayudarte. 






No porque caiga la lluvia 
dejas de salir a la calle. 
No se termina de amar 
a alguien porque no te ame. 







Cuando te marchas, 
la luz juega con tu recuerdo 
dibujando paisajes 
que alguna vez soñé. 







El primero la construyó de paja, 
y se lo destruyó de un soplido; 
el segundo lo hizo de madera 
y, soplando, soplando, 
también lo derribó; 
pero el tercero lo edificó 
de recia piedra 
y, cansado de soplar, 
el amor se marchó… 


La caricia forma, 
moldea, educa… 
ni la piedra se resiste. 
La caricia doma, 
pelea, apura… 
y el agua lo sabe, 
y tú piel, 
y tus labios… 
La caricia nunca colma. 


¡Un verso! 
¡Se me ha escapado un verso!... 
Tal vez no supe cuidarlo 
y huyó con un rayo de luna, 
o quizá lo torturé con los acentos 
y se escondió en el cajón de las nubes, 
o no le gustaba mi rima 
y anduvo sobre el mar 
hasta alcanzar el ocaso… 
¡Un verso!... 
¿Qué será ahora de mi poema? 

Otoño. 
A su origen mis aves vuelan y sienten frío. 
Otoño. 
Paraíso de recuerdos arrastrados por el viento. 
Y en cada ola me llega su fragancia 
de un mundo ya remoto. 
Otoño. 
Mis sienes se blanquean, 
la mirada pierde el brillo 
y mis dedos se entrelazan 
huyendo del vacío. 
Otoño. 
En cada atardecer 
busco el sol de su rostro. 

Busqué la aurora boreal 
en el iris de sus ojos, 
pues me dijeron que ella surgía 
siempre en clima frío, 
pero cuando en ellos, temeroso, 
indagué con los míos, 
se me olvidaron por completo 
los motivos de mi enojo. 



Me gustan las nubes y me gusta la lluvia 
y escuchar por la calle el agua correr, 
y los pasos con prisa 
y el roce en mi ventana 
de los bordes de un paraguas 
y el sonido del charco que pisan otros pies. 
Me gusta abandonarme a la blanda melancolía 
y dejarme convencer por la triste resignación, 
y pensar que nada importa ya 
tanto en mi vida 
y dormirme aferrado al límite de un nombre 
o al borde evocado de una canción. 
Me gusta el tic-tac de la noche 
y el trueno lejano 
y la luna escondida 
y creer que mañana va a amanecer, 
y esperar que, quizá, pueda volver a verla 
y dejar que su agua del pasado calme mi sed. 

Pintar atardeceres es repetirse, 
las palabras suenan huecas de tanto usarlas, 
ser un hombre tiene sus límites, 
y expresar sentimientos se nos escapa. 
Buscar en la belleza y en lo sublime metáforas 
forzadas de algo imposible, 
es echar anzuelos en un mar de nada 
y volver a casa como saliste. 



De tanto bordar el viento, 
de tanto zurcir el agua, 
de tanto cantar silencios, 
de tanto adornar palabras, 
el amor, a veces, se confunde, 
se cansa, se apaga, se acaba… 





En un recodo inesperado 
el camino se quiebra: 
el aire dispersa burbujas 
que no fueron realidad, 
y ya nada es lo mismo. 
“Nunca es tarde para aprender”, 
nos decían, pero el tiempo fluye 
y a cada nuevo tropiezo cuesta más caminar. 
Es el amor un accidente… 
¿Quién lo pudiera olvidar? 

Sólo una nota de color y todo tiene sentido. 
Hasta el rincón más oscuro 
llega el eco de una risa. 
Hasta el dolor más profundo 
alcanza el perfume de una flor. 
Sólo un átomo de amor y se crea un mundo. 





Hoy hay tormenta. 
Ni una sola nube mancha el azul, 
ni se escuchan los quejidos del cielo 
y ni un solo rayo rasga el horizonte, 
pero hoy hay tormenta 
y todo se vuelve gris y frío. 
Sólo queda esperar que la noche 
ponga cada sombra en su sitio. 



Oraciones púrpuras para el Dios de la oscuridad, 
nadie escucha, pero todo está cambiado. 
Lánguidos y escuálidos cuerpos verdes 
las elevan… 
buscan la cálida caricia divina. 
De nada servirá, 
la eternidad no se ha hecho para las flores. 




La paloma estuvo volando 
hasta perder las alas. 
La brisa olía a vida, 
de tanta que se escapaba. 
La nube creció al infinito. 
Silencio. 
Un avión se aleja. 
Y luego… la nada… 



Le prometió el paraíso 
y le dio belleza, 
pero le faltó el tiempo; 
le dio riqueza, 
pero se olvidó de las palabras; 
le dio placer, 
pero no sabía escuchar… 
Le prometió el paraíso 
y no le dio nada. 


De tanto mirarte, quedó tu imagen 
fija en mi retina 
y todo lo percibo a través de ti. 
¿Qué importa la ceguera si mis dedos 
conocen tu geografía?... 
De tanto mirarte, el significado 
aprendí de la palabra “poesía”. 




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