MIS AMIGOS LOS LIBROS: El Libro de los Baltimore, de Joël Dicker, por Ancrugon
“Mañana ingresa en la
cárcel mi primo Woody. Va a pasar allí los próximos cinco años de su vida.
Por la carretera que
lleva al aeropuerto de Baltimore a Oak Park, el barrio de su infancia, adonde
voy a acompañarlo en su último día de libertad, me lo imagino ya presentándose
ante las verjas del impresionante penal de Cheshire, en Connecticut.
Pasamos el día con él en casa de mi tío Saul, donde fuimos tan felices. Están Hillel y Alexandra, y juntos volvemos a formar, durante unas pocas horas, aquel cuarteto maravilloso que fuimos. Ahora mismo no tengo ni idea de la incidencia que tendrá este día en nuestras vidas.”
Quien así nos introduce en su historia es Marcus Goldman,
un escritor de éxito perteneciente a los Goldman-de-Montclair, apelativo
inventado por los abuelos Goldman para diferenciar las familias de sus dos
hijos: los Mantclair y los Baltimore, utilizando sus respectivas ciudades de
residencia como un modo de distinguirlos que, en realidad, iba mucho más allá,
pues mientras “los Baltimore eran un abogado casado con una médica, y su hijo estaba
en el mejor colegio privado de la ciudad”, los Montclair englobaban a un
ingeniero, a una dependienta que vendía ropa cara en una tienda de moda, y al
hijo de ambos, Marcus, quien estudiaba en un centro público.
Marcus siempre, desde pequeño, sintió una gran admiración
y atracción por su otra familia, los Baltimore, y en ocasiones se avergonzaba
de la suya propia a la que consideraba menos culta, más torpe y sin el glamour
de aquellos. Sublimaba a su tío Saul, estaba platónicamente enamorado de su tía
Anita y adoraba como a un hermano a su primo Hillel, un chico muy inteligente
con problemas de adaptación, y cuando la familia acogió en su seno a Woody, quien
se auto adjudicará el papel de protector de Hillel, los tres muchachos formaron
“la banda de los primos Goldman”, con
quienes sería feliz en sus constantes visitas a la mansión familiar o a la casa
de vacaciones en Florida. Poco después se les incorporaría Alexandra, una
bonita y encantadora muchacha de la que los tres se enamorarán, lo que será
causa de sus primeros sentimientos enfrentados. Durante gran parte de la
narración vemos pasar ante nuestros ojos un mundo paradisíaco, pero ya sabemos
desde el principio que éste tiene un final: “el
Drama”, sin embargo, no tenemos datos suficientes, a pesar de que se nos
van dando en un constante cuentagotas, de lo que pudo ocurrir para que ese
paraíso desapareciera. Es un mundo de triunfadores, hasta Alexandra llega a ser
una cantante de culto, y eso no es fácil de administrar, sobre todo cuando la
amistad se pone a prueba con la competitividad, la admiración con la envidia, y
en ocasiones la razón se nubla y el instinto gasta malas pasadas.
Los personajes, a pesar de haber sido colocados en un
mundo de lujo y éxitos, resultan creíbles porque están bien perfilados, todos se
componen de aspectos claros y oscuros, en todos se percibe el propio sufrimiento
por las dudas, los miedos, las esperanzas o los desengaños. En el transcurso
del paso del tiempo vamos viendo sus diferentes evoluciones, percibiendo sus
cambios, sobre todo en los más jóvenes, en quienes podremos apreciar su proceso
de maduración. Incluso el propio autor, Joël Dicker, parece haberse dibujado en
su personaje Marcus Goldman, a pesar de que él mismo lo niegue, pero asegura
que esta historia “es más auténtica”
que la de La verdad sobre el caso Harry
Quebert, que “los personajes existen
más, son más sólidos y siguen más presentes en la cabeza de los lectores”. Entraremos,
pues, en la vida de los componentes de La
Banda de los Goldman justo cuando ellos son todavía unos niños y los iremos
acompañando en su crecimiento, por sus aventuras de la adolescencia, a su
juventud, justo hasta el momento de sus graduaciones universitarias, y lo
reviviremos todo en primera persona, como si estuviéramos allí, gracias a la
capacidad descriptiva de Dicker, que nos permitirá visualizar los detalles más
insignificantes
Calificar esta novela es complicado, y aunque se podría considerar
como un drama familiar, no se queda simplemente en ello, ya que en su
transcurso encontramos un examen de la amistad, un choque de clases, un análisis
psicológico, aunque en sus páginas no se desarrollan largas disquisiciones ni
profundos razonamientos, y a pesar de sus frecuentes referencias al hecho y
acto de la escritura, no podemos asegurar que exista metaliteratura en ella;
así mismo también podemos tropezarnos con una historia de amor e incluso con
algunos sucesos que nos acercarían al thriller, aunque esto sería limitarla a
un único foco despreciando el resto. En lo que no hay ninguna duda es en la
facilidad con que Dicker desarrolla sus elaboradas y complejas estructuras
narrativas las cuales, al contrario de lo que se podría pensar, no resultan ni pesadas
ni complicadas para los lectores.
Pero si hay que concluir con un compendio de la misma, se
podría decir que esta novela es una conmovedora historia familiar con todo lo
que ello conlleva: secretos, rivalidades, misterios, relaciones de todo tipo…,
la lectura de la cual nos puede llevar a la deducción de que todo lo que vemos
en la vida tal vez no sea cierto, pues siempre habrá algo en las otras personas
que se escapará de nuestras percepciones, todos somos seres duales, como ya
dejó reflejado en sus personajes Vladimir Nabokov, de quien se dice que Dicker
ha tenido bastante influencia, sobre todo en este trabajo. Y si lo que buscamos
es una enseñanza de sus páginas, ésta podría ser que la envidia es un
sentimiento universal que todos tenemos y, por lo tanto, como algo inevitable,
debemos aprender a convivir con él y sacar lo positivo que contenga.
«Escribir
un libro es como montar un campamento de vacaciones. La vida de uno, que suele
ser solitaria y tranquila, te la dejan manga por hombro un montón de personajes
que llegan un día sin avisar y te ponen patas arriba la existencia. Llegan una
mañana, subidos a un autocar del que se bajan metiendo bulla, entusiasmados con
el papel que les ha correspondido. Y tienes que apañarte con lo que hay, tienes
que ocuparte de ellos, tienes que darles de comer, tienes que alojarlos, Eres
responsable de todo. Porque eres el escritor». (Página 159)
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