MIS AMIGOS LOS LIBROS: La chica del tren, de Paula Hawkins, por Ancrugon.



Cuando cae en mis manos una de estas novelas que han llegado a denominarse best-seller, siempre me vienen dos impulsos contradictorios: primero pienso que gran parte de su éxito se deberá a una gran campaña de marketing bien llevada por una potente editorial, con lo que mi intención básica es dejar su lectura para más adelante, por tiempo indefinido, quizá para un día largo y tedioso de verano; y segundo, cuando posteriormente a su éxito cae en mis manos alguna crítica negativa sobre el libro en la que se le intenta humillar, despreciar y hacerlo pasar por algo de lo más ramplón, me lleva a pensar que tal vez la persona que ha escrito ese artículo se deja llevar por la envidia: “¿Cómo es posible que esta petarda haya vendido más de diez millones de libros y yo tenga que autoeditármelos?”, y entonces me entran unas ganas locas de leerlo. Y este es uno de esos casos pues, curiosamente, sobre La chica del tren han llovido opiniones de todo tipo y de lo más dispares.

Lo cierto es que tendemos a observar lo que nos rodea desde la perspectiva de nuestras propias realidades o de nuestras propias fantasías. Es fácil especular sobre los demás, crearles mundos, relaciones, sueños o realidades de ficción que, tal vez, nos gustarían para nosotros, pero que jamás podremos alcanzar, ni ellos seguramente tampoco… Y es que la verdad suele ser bastante diferente a como la imaginamos, y la sorpresa es algo muy común al ir descubriendo qué alto grado de desconocimiento tenemos sobre aquellos seres cercanos, íntimos, con quienes compartimos nuestra existencia. Sin embargo, en ocasiones, es más fácil creer que somos nosotros mismos quienes nos equivocamos, quienes erramos, a reconocer que lo único vago e indeterminado es el perfil que nos hemos forjado de aquellos por quienes sentimos algo…

La chica del tren, trata de eso y construye una red psicológica a tres voces que nos va atrapando y cuya intriga, como una araña atenta y ansiosa, nos va envolviendo con su sedoso hilo de palabras, inquietudes, sentimientos encontrados y desengaños, hasta inmovilizarnos a la espera de un final, con el cual hemos ido especulando, pero que desconocemos por completo. Además, hay otra virtud, no menos interesante, aunque, a la vez, inquietante, el hecho inevitable de sentirse identificado con alguno de los personajes, por lo menos en ciertos momentos, en diversos pasajes, pues todo es bastante verosímil, teniendo en cuenta que la vida real puede ser mucho más increíble que la de ficción.

Es forzoso que, en ciertos puntos, a lo largo de la lectura de esta inquietante novela, nos detengamos para meditar sobre lo que haríamos nosotros en ese caso, o, en los incómodos déjà vu, para preguntarnos sobre las veces en que algo parecido podría habernos ocurrido… Y no es extraño que el sentimiento de culpabilidad, ese sentimiento áspero y desapacible que inevitablemente nos acecha, aproveche cualquier pequeño resquicio de la trama para asomar en nuestras conciencias, convirtiéndonos, sin pretenderlo, en nuevos actores de la trama. 

Es obvio que no deja de ser un típico thriller, muy bien llevado y con todos los trucos y efectos típicos del género, que por un misterio de esos que de vez en cuando ocurre en mundo literario, ha llegado a ser uno de los más grandes best-seller de los últimos tiempos, pero tiene una gran virtud: entretiene y engancha, que ya es mucho en los momentos que corren. Y no me vale que se diga aquello, como ejemplo, de que Rachel es un personaje que no empatiza, al que es difícil cogerle afecto, pues su eficacia radica precisamente en eso, realmente en ser como es, una persona más cercana de lo que muchos querríamos reconocer, pues les aseguro que yo conozco, y ustedes también, seguro, a individuos reales muchísimo más patéticos que ella y con sus cabezas bastante menos amuebladas. Y ya no hablemos del resto de personajes... La realidad es así, aunque nos empeñemos en ignorarlo. ¿De verdad podemos asegurar que todas y cada una de los mortales que conocemos son tal y como creemos?... ¿Seguro que a lo largo de sus vidas no tienen secretos que callar?... ¿Y ustedes?... 

Cierto también que el hecho de que algo se convierta en popular no es garantía de calidad, más bien, últimamente, suele ser aval de todo lo contrario, sólo hay que dar un vistazo a los programas televisivos, sin embargo, Paula Hawkins no ha desarrollado una mala prosa, poco elaborada, quizá, pero clara, directa, correcta y sin circunloquios innecesarios que alejen al lector del argumento. No está escrita esta novela para sesudos intelectuales, por eso se vende, de lo contrario con cuatro tomos editados le hubiese bastado, pero hasta ellos pueden leer esta novela sin necesidad de hacer remilgos. 

Y otro logro de su autora ha sido evitar los sentimentalismos baratos. La chica del tren se distancia bastante de este recurso, no lo necesita, ya que se basa en lo crudo, lo instintivo, lo chabacano, burdo, incorrecto y absurdo de la vida cotidiana de esas personas que suelen rellenar los huecos vivenciales con errores y más errores, para tropezar una y otra vez en la misma piedra… ¿Cuántos nos incluimos?... No olvidemos que todos tenemos nuestro lado vulnerable y, a veces, podemos llevarnos alguna sorpresa con nosotros mismos. 



Pero, ¿quién es Paula Hawkins?... 

Nacida en la capital de la antigua colonia británica de Rhodesia, Salisburi, (la Harare de la actual Zimbabwe), el 26 de agosto de 1972, se trasladó con sus padres a Londres cuando tenía diecisiete años, estudiando en la Universidad de Oxford y trabajando como periodista en The Times y como autónoma hasta el 2009, cuando dejó el periodismo para dedicarse a la novela. Sus primeros trabajos eran de corte romántico y sin mucho éxito comercial, lo que le hizo cambiar de temática hasta que en el año 2015 publicó La chica del tren, para cuya escritura tuvo que pedir dinero a sus padres si quería mantenerse durante el tiempo que le llevó hacerlo, seis meses. Según sus propias palabras para una entrevista de un medio escrito asegura: 

“¡No todo el mundo siente empatía por Rachel! Es un personaje que provoca bastantes divisiones, hay quien la encuentra frustrante. Sin embargo, para mí es simplemente una persona normal cuya vida ha ido terriblemente mal, y creo que mucha gente puede reconocer lo fácil y repentinamente que se puede caer en desgracia. (…) Me interesa el tipo de crimen que le sucede a las personas comunes, la manera en que se rompen las relaciones y las consecuencias de estas rupturas, no mucho la violencia en sí misma, si no lo que lleva a la violencia, la psicología detrás del acto. Por este motivo escribo sobre personas normales que viven vidas muy mundanas que de algún modo han perdido el control.” (ABC Libros).


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